Puede que a ojos de mucha gente exista la impresión que para “mover la aguja” en la reutilización de materiales para potenciar la economía circular, únicamente sean útiles el intelecto y capacidades de científicos y especialistas en tecnologías.
Sin embargo, es justo y necesario aclarar que la dimensión que se aborda desde el mundo científico a este desafío medioambiental cuenta con varios eslabones esenciales de una cadena. Y uno de ellos, es la —tal vez poco valorada socialmente— labor de los recicladores de base.
Vale considerar que en la actualidad se les conoce formalmente con un nombre más sofisticado, e incluso un Día Internacional, que se conmemoró el pasado 1 de marzo. Pero para no perdernos, son quienes en la época de nuestros padres y abuelos eran conocidos como “cartoneros”, “chatarreros” y —en general— recolectores de vidrio, plástico y otros desechos domiciliarios.
Hoy, ya llegando al primer cuarto del Siglo XXI, nos encontramos con que esta actividad ya no sólo tiene el componente social de haber permitido a miles de personas generar ingresos para mantener a sus familias y hogares, sino que además es un eslabón importante en la planificación de la Gestión Integral de Residuos Sólidos que busca transformar la cultura actual de la eliminación de desechos a una que evite y reduzca la generación.
Es así como la ley REP, que establece el marco para la gestión de residuos, la responsabilidad extendida al productor y el fomento al reciclaje, considera al reciclador de base como un actor fundamental en las etapas de clasificación y pretratamiento de residuos. Esta consideración plantea un nuevo desafío para los recicladores de base en cuanto a la acreditación en conformidad a normas que exige la ley; capacitación, formalización, capacidades para acopio y selección.
Asimismo, el Ministerio de Medio Ambiente, encargado de implementar programas de educación ambiental destinados a transmitir conocimientos y crear conciencia en la comunidad sobre la prevención en la generación de residuos y su valorización, ha considerado la participación de los recicladores de base en la elaboración del decreto supremo de metas y valorización, integrándose así a los recicladores de base a un Comité Operativo Ampliado, entre otros actores públicos y privados.
Y más allá de hacer este necesario reconocimiento a la invaluable labor de los recicladores de base, también corresponde proyectar su actividad a futuro y abordar los desafíos que enfrentan en la actualidad.
Se estima que en Chile existen cerca de 60 mil recicladores de base que se mantienen en la informalidad, de los cuales el 60% correspondería a mujeres. El registro de recicladores de base a nivel nacional desarrollado por Compromiso Empresarial Para el Reciclaje (CEMPRE) y Fundación el Árbol reveló que en promedio solamente un 8% de los recicladores base estaban formalizados.
En cuanto a sus ingresos, estos son variados e inestables; dependen de la fluctuación de los precios de mercado, medios de transporte, calidad y cantidad de material al que acceden, la extensión de la jornada laboral, la disponibilidad de espacio para seleccionar y acopiar materiales, entre los más relevantes.
Avanzar en el cierre de brechas que den sustento a esta importante actividad es urgente. Se potenciaría un conjunto de aspectos que no solo hacen hincapié en la formalización sino también en el hecho de ofrecer trabajo digno, con garantías sociales y resguardos tanto para los trabajadores dependientes como independientes. No es posible que una actividad que nos libera diariamente de toneladas de desechos, además de reincorporarlos al círculo productivo, se mantenga en la precariedad actual. Como ciudadanos podemos retribuir con una correcta separación y acondicionamiento de los materiales que hoy en día se reciclan. A nivel gubernamental y municipal se requiere un estrecho vínculo con el reciclaje de base, que potencie más programas y acciones de coordinación que faciliten la formalización y disponibilidad de espacios de selección y acopio. Desde los Centros del Conocimiento el rol de la educación ambiental para entregar conocimiento técnico es clave para la generación de competencias.
Siempre es posible ejercer un rol y, entre todos, “mover la aguja”.